Aunque han pasado dos meses, algunos artículos les pasa como al vino, necesitan cierto tiempo para macerar y envejecer. En este caso necesitaba cierto tiempo para alejarme de mi experiencia como diseñador y coordinador del Aula Junior de la Universidad Miguel Hernández en el campus de Elche, y así podemos analizarla con más calma y cautela.

Como siempre la Escuela de Verano y el Aula Junior han supuesto una muy interesante experiencia educativa, especialmente los errores, pues nos permiten corregirlos y aprender del proceso. En este caso el gran error fue suponer que había actividades motivadoras por sí mismas. Diseñamos un programa que nos encantaba a todos (programación para diseño de videojuegos, impresión en 3D, piscina, excursiones, laboratorio de biología, deportes, escritura y publicación de novela digital, acampada nocturna, creación de biblioteca, etc.), y a todos nos sorprendió mucho cuando algunas de las actividades no recibieron la acogida esperada, sobre todo entre los más mayores.

Rápidamente reaccionamos, eliminando las actividades que no funcionaban, y dejando que los propios alumnos propusieran y votasen actividades nuevas. El resultado de las votaciones fue sorprendente: actividades como yoga, karaoke y otras opciones que nunca esperábamos que funcionaran entre un alumnado adolescente. La clave fue confiar en que los alumnos tenían la madurez y la autonomía suficiente como para diseñar su propio entorno de aprendizaje. Y por supuesto aquellas actividades propuestas y aprobadas por ellos mismos fueron un éxito arrollador.

Junto a este pequeño descubrimiento, la aparición estelar de personas con experiencia en el trato con chavales (Carles Agulló y su sesión sobre Matemáticas Divertidas, Santi Ambit y sus Weon Glasses o el escritor y auto editor José Antonio Quesada) fueron otro gran éxito. También mencionar la gran participación y la motivación en aquellos proyectos con un impacto social, cómo la campaña #meinteresa de la que ya hicimos una pequeña reflexión.

Por último no puedo más que dedicar las últimas líneas a agradecer a mi equipo de trabajo la labor desempeñada. Nunca había dirigido un equipo tan grande, ni durante tanto tiempo, ni en un proyecto tan grande. Tanto desde un punto de vista profesional como personal sólo puedo dar las gracias a todos. También por supuesto a Aida Carrillo, que como excoordinadora mía me salvó en más de una ocasión. Y por supuesto a los chicos y chicas del Aula Junior con los que pude disfrutar de un julio excepcional.