Dos son las palabras más repetidas esta mañana entre los monitores del Aula Junior de la Universidad Miguel Hernández: éxito y orgullo. Entre los datos que podemos leer en el artículo de nuestros compañeros de COCEMFE destaca que #MeInteresa llegó a ocupar el tercer lugar en la lista de etiquetas nacionales en Twiter, y que medios de comunicación como La Vanguardia, ABC, El Periodic, Diario Información o la Agencia Servimedia se hicieron eco de nuestra campaña viral.
Nuestros alumnos tenían un objetivo claro: demostrar a los medios que nos interesan los logros de nuestros atletas paralímpicos, y conseguir que estos tengan una mayor repercusión mediática. Pero fuera de esta meta existe una finalidad educativa mucho más profunda, e incluso, más importante.
Las propuestas educativas que llevan implícito un impacto social están más en boga que nunca. Un buen ejemplo es el premio del Certamen Docente Innovador Proyecta D+I a Juan de Vicente, que consiguió que los alumnos disparasen las donaciones de sangre en su ciudad. Por poner un ejemplo más cercano y que quizás algunos no conozcan, la línea K de los autobuses urbanos de Elche fue el resultado del trabajo de los alumnos de un instituto ilicitano.
Estas propuestas, al igual que nuestra campaña #MeInteresa, comparten dos patas vitales para la educación de nuestros jóvenes. La primera es la enorme motivación de realizar una tarea que va a tener un calado en tu entorno, frente a los 30 trabajos iguales sobre la Revolución Francesa que cogen polvo en la mesa del docente. Y la segunda y más importante es asentar una idea en la base de nuestra futura sociedad: el mundo puede cambiar. Debemos enseñarles a nuestros chicos y chicas a ser valientes, a trabajar juntos y a luchar por conseguir un mundo mejor y más justo. Si no lo hacemos como sociedad, algunos lo harán por nosotros con fines mucho menos loables.
Que un grupo de 70 chicos y chicas en una escuela de verano hayan convertido en Trending topic el injusto trato de los medios de comunicación a nuestros paralímpicos lo demuestra: podemos crear un mundo mejor. Ellos ya lo saben. ¿Y nosotros los adultos? ¿Seguiremos quejándonos en los bares mientras ellos, solos, cambian el mundo?
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