En múltiples ocasiones oímos hablar sobre del aula como un entorno artificial donde explicar el mundo real que existe fuera de esta. Si bien no es mi intención meterme en dicho debate, si resulta obvio que las actividades de exterior tienen un enorme potencial motivador para el alumno. Ya sea el contacto con el mundo exterior, la propia naturaleza de la niña y el niño o el salirnos de la rutina, lo cierto es que realmente funciona.
A principios de febrero la empresa De Gust Elx me encargaba confeccionar un conjunto de nuevas actividades que dinamizasen el enorme tiempo de patio del que gozan los alumnos. Entre las ideas que me ocurrieron, una fue especialmente descabellada: ¿y si sacáramos al exterior algo tan propio de un espacio cerrado como una biblioteca?