En educación hay determinadas materias que poseen la creencia de que son valiosas (inglés, matemáticas, castellano), mientras que otras materias poseen la creencia de poco valiosas o secundarias (idiomas autonómicos, filosofía, artes). En este último grupo tiene el indigno honor de situarse las ciencias sociales. Sin embargo entre las muchas virtudes de dichas ciencias, una es la de darnos los datos y las técnicas necesarias para poder desarrollar una actitud crítica ante el constante bombardeo informativo.
En la actualidad, uno de los casos que más necesitan un análisis riguroso es Venezuela, siendo para algunos un tema menor, y para otros una emergencia internacional de primer nivel. Pero ¿quién miente? ¿y hasta qué punto?
Los datos
La complejidad del problema viene de la comparación. Para ver si una pared es más o menos verde que otra solo tenemos que observarlas y comprarlas. Sin embargo las situaciones político sociales son enormemente complejas. Sin tener en cuenta que la mayoría de mortales no podemos hacer una escapada una tarde a Venezuela para ver cómo está la situación, en un mismo país podemos encontrar barrios enormemente ricos y zonas totalmente deprimidas. Necesitaríamos que alguien de confianza creara algo que podamos comparar, algo como un examen que ponga una puntuación a los países, y que podamos comprar con la nuestra, o con la de otras zonas. Por suerte, ese examen existe, y el profe que lo corrige es la ONU
Índice de Desarrollo Humano
Este índice está elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, y surge en contraposición al PIB de un país. Este último sólo recoge el dinero que ingresa un estado, pero estos ingresos no tienen por qué corresponderse con un reparto igualitario o con unas condiciones de vida dignas para sus habitantes. Así el IDH (Índice de Desarrollo Humano) se basa en tres factores: una vida larga y saludable, la educación y el nivel de vida de sus habitantes.
El estudio se publica cada 5 años, siendo los resultados mostrados de 2015. Si pinchando en el mapa superior podremos ir a la versión interactiva, recorriendo con el ratón los diferentes países y viendo los datos. El estudio nos coloca a Venezuela, con un 0.76, como un país con un alto desarrollo humano, siendo su cifra de las más altas de américa latina (Brasil 0.75, Perú 0.73, Ecuador, 0,73, Bolivia 0.66), sólo superada por Argentina y Chile, ambas con un 0,83.
Por supuesto si comparamos estas cifras con España (0.87) o Europa (Reino Unido 0.90, Italia 0.87) vemos una gran diferencia, pero esto no justifica que nos preocupe Venezuela más que Bolivia. Si queremos ir al detalle, podemos visitar el PRB o Population Reference Bureau (prestigioso instituto demográfico estadounidense que elabora un muy completo informe anual). Buceando por sus páginas podemos ver las cifras de Venezuela en la página 13. Las de esperanza de vida, la mortalidad infantil o la renta per capita son datos íntimamente ligadas a la calidad de vida de un país. El análisis comparativo con otros países de la zona nos consolida los resultados aportados por el IDH.
¿Quién dijo crisis humanitaria?
No podemos hablar de crisis social o humanitaria en Venezuela. Es cierto que los datos que hemos visto hasta ahora son de 2015, y la situación puede haber empeorado algo ante la caída del precio del barril de crudo, principal recurso del país. Pero en tal caso, dicho empeoramiento de la situación se debería a factores externos y no a una forma de gobierno concreto. Y si los datos no son suficiente argumento, siempre podemos pensar que cuando la prensa tiene que inventarse una noticia, es que esta no existe. Para muetra tenemos la noticia del Diario ABC sobre los Venezolanos recogiendo comida del suelo. Lo curioso es que la foto pertenecde a una noticia del año 2013 de un diario belga que hablaba de las nuevas propuestas para acabar con el hambre en el mundo en 2030.
Y entonces ¿qué ocurre?
Estamos ante una crisis política, pero por desgracias carecemos de un índice con el que medir la situación. La mayoría de organizaciones serias y rigurosas no se atreven a crear un índice de democracia, pues podemos caer en comparaciones imprecisas.
Por ejemplo, hace algunos años el fallecido expresidente venezolano Hugo Chávez aprobó una ley para que un presidente pudiera presentarse a un tercer mandato. Estando el difunto presidente en su segundo mandato, no fueron pocos los políticos y periodistas españoles que criticaron el acto y hablaban de dictadura sin tapujos. Lo curioso es que nuestro país permite hasta tres mandatos de un mismo presidente. En la misma medida no son pocos los que critican que Maduro no quiera someterse a una ley que el mismo aprobó, por la que un presidente puede verse obligado a convocar nuevas elecciones si pierde un referéndum de confianza. Lo curioso es que en nuestro país no existe ninguna medida para obligar a convocar unas elecciones anticipadas si el gobierno pierde la confianza de la ciudadanía.
Lo que ocurre, o parece ocurrir en Venezuela (y ojo por que comenzamos a interpretar la información que aparece en los medios de comunicación a ciegas, y sin nuestros queridos datos empíricos) es que el gobierno sospecha que la oposición y los medios de comunicación críticos aspiran a dar un golpe de estado, estando estos apoyados y orquestados por EE.UU. Mientras tanto la oposición se queja de medidas represivas y de autoritarismo. Ambos bloques tienen sin duda sus argumentos (no es ni la primera ni la última vez que la historia demuestra que tras el fin de una democracia sudamericana estaba el Gran Hermano del norte, y es obvio que lo de los presos políticos y los arrestos domiciliarios de líderes electos no suenan a democracia), y dicha tensión se está filtrando a la sociedad. El problema se ha agravado ya que el Gobierno ha terminado en manos del equipo de Maduro y el Senado en manos de la oposición, provocándose un bloque institucional.
Entonces ¿ayudamos o no?
La pregunta que deberíamos hacer es a quien queremos ayudar. Nuestra historia nos demuestra que una sociedad radicalizada en dos bloques enfrentados puede tener un desenlace terrible. Si nuestra historia y experiencia puede ayudar a un país amigo, por supuesto. Así por ejemplo el Secretario General de la ONU felicitó a varios expresidentes, entre ellos José Luis Rodríguez Zapatero, su labor de mediación como interlocutor neutral reconocido por la oposición y el gobierno venezolano. Otra cosa es que vayamos a Venezuela a ayudarnos a nosotros mismos en contra de los consejos del Ministro español de Exteriores y un expresidente en función diplomática. Hablar de una situación de pobreza que no es tal, jadear a uno de los dos bandos y crispar más la situación en un momento de campaña electoral no está justificado ni en la situación de Venezuela ni en ningún otro conflicto interno de una nación extranjera al que siempre debemos acércanos con precaución y con datos fiables.
Se trata de Podemos, la joven agrupacion politica que en las ultimas elecciones generales logro, junto a Ciudadanos, romper el bipartidismo que domino la politica espanola en los ultimos 30 anos. La irrupcion de Podemos en el escenario politico espanol tambien ayudo a abrirle espacio al tema Venezuela.